Instituto para la calidad de las ONG

Compromiso con las personas. Innovación en las organizaciones

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7 ENTIDADES ADMIRABLES

Empezamos julio, llenos de energía y quehaceres para preparar un septiembre lleno de actividades. Si sigues con nosotros, en este blog, te enterarás de todo.

Terminada la serie de “TODOS A CUBIERTA» (¡¡gracias por vuestros comentarios y felicitaciones!!), no queremos despedir este primer semestre del año sin presentaros a siete entidades magnificas. Siete entidades con las que hemos trabajo a lo largo de estos meses en el programa de Apoyo para la mejora de la calidad y el programa In Progress.

Estas siete entidades han sido elegidas por otras entidades participantes en los programas de ICONG, como las mejores, las más representativas, cuyos planes de mejora han sido sobresalientes, cuyo esfuerzo ha sido reconocido y cuyas buenas prácticas han de ser difundidas.

Con el ánimo de que conozcáis su trabajo y el recorrido realizado en la mejora de su gestión, os presentamos la serie “7 Entidades admirables”, donde entrevistamos a las/os representantes de:

 

FUNDACIÓN AUCAVI (MADRID)

ASOCIACION VIEIRO (LUGO)

FUNDACION ASPAYM (COMUNIDAD VALENCIANA)

ASOCIACIÓN AMAINA (PONTEVEDRA)

ASOCIACIÓN ELKARBANATUZ (BILBAO)

ASOCIACIÓN BIENESTAR Y DESARROLLO (MADRID)

ACAT (CANTABRIA)

 

No te lo pierdas. En unos días, aquí en el blog, podrás conocer su trabajo, realizado en el seno de programas desarrollados por ICONG para el apoyo para la mejora de la gestión de la calidad de las entidades.

Archivado en: Actualidad, Blog, ICONG, Norma ONG con Calidad, Noticias, PNSD

ESTRUCTURAS RESILIENTES

¿Es la resiliencia una forma “pedante” de hablar de flexibilidad y adaptación o hay algo más detrás de este término tan escuchado últimamente?

La resiliencia es un término tomado de las ciencias físicas que define una cualidad de los materiales. Hace referencia a la capacidad de un material de recuperar su forma después de sufrir una deformación. A mayor resiliencia mayor capacidad de resistir un impacto sin romperse para volver a su forma inicial.

Cuando trasladamos este concepto a las personas y organizaciones necesitamos traducir, no solo capacidad de ser flexible, sino además qué entendemos por no “romperse” y “volver a su forma original”.

En estos momentos en los que personas y organizaciones hemos recibido un impacto del exterior, y vivimos la incertidumbre, parece interesante reflexionar sobre algunas creencias o hábitos aprendidos sobre cómo recibir “el golpe”, cómo nos protegemos mejor, en qué medida resistimos y corremos el riesgo de rompernos, o nos adaptamos, y en qué medida “volvemos a recuperar nuestro ser inicial”.

Esta reflexión surge del deseo de tomar esta situación como una oportunidad para hacernos más fuertes. A muchas entidades esta situación nos ha dejado tocados pero no nos ha roto. Hemos sido capaces de sobrevivir. Ahora bien, retomando el concepto de resiliencia veíamos dos características clave:

  • La no ruptura
  • El hecho de volver a la forma anterior

Queremos ahora destacar este segundo punto. ¿Es volver a lo anterior, replicar exactamente lo que hacíamos, como lo hacíamos y sin cambiar un ápice lo que estaba en nuestro ser? ¿Es esto posible? ¿Podemos resistir para no cambiar? o, ¿queremos cambiar para mantener lo que fuimos?

Podemos guardar lo que nos hace únicos, nuestra esencia, eso que nos vio nacer y que hoy, después de un golpe, nos conecta con ese momento inicial. Podemos hacerlo abriéndonos al exterior.

Aquí va una invitación a tomar como modelo la propia naturaleza de los sistemas vivos. Según Margaret Wheatley, en su libro de Liderazgo y nueva ciencia, los altos niveles de autonomía del medio e identidad son el resultado de mantenerse abierto a la información exterior.

Esto parece contrario a nuestra forma habitual de pensar: la creencia de que para mantener nuestra identidad, nuestra individualidad, debemos protegernos de las fuerzas externas. Tendemos a pensar que el aislamiento y los límites precisos son la mejor forma de mantener nuestra individualidad. Pero para Wheatley, en la medida en la que continúa el proceso de intercambio entre el sistema y el medio, se desarrolla mayor libertad y autonomía. El sistema enfoca sus actividades hacia lo que se necesita para mantener su propia integridad y su autorrenovación.

Las organizaciones adaptativas, según Dumaine (1991) son las que tienen capacidad para responder con gran flexibilidad a los cambios internos y externos. Los equipos, tareas, destrezas emergen en respuesta a una necesidad. Cuando ésta cambia, también lo hace la estructura organizacional.

Te invitamos hoy a reflexionar sobre tus propios hábitos y creencias y los de tu organización, sobre cómo nos protegemos mejor y nos hacemos más fuertes ante los impactos externos. En estos momentos de enorme turbulencia:

  • ¿Cuáles han sido las respuestas automáticas generadas, blindarnos hacia lo externo o abrirnos ante lo que nos llega?
  • ¿Qué elementos han aparecido con mayor claridad?
  • ¿En qué medida se han identificado elementos que dan mayor identidad a la organización?
  • ¿Qué vemos que se ha fortalecido? ¿Qué sentimos que se ha debilitado?
  • ¿Se han abierto más canales para recoger información del medio?
  • ¿En qué medida nos hemos comportado como una organización resiliente?
  • ¿En qué medida nos hemos comportado como una organización resistente?
  • ¿Qué valores estamos cuidando al reaccionar de la manera como lo hemos hecho?
  • ¿Qué valor o valores queremos proteger aquí y ahora?

 

Archivado en: Actualidad, Blog, ICONG, Noticias

LA VIDA ESTÁ EN LA COMUNIDAD

Llevamos años construyendo un discurso relacionado con la necesidad de promoción del Tercer Sector social y sus organizaciones. Hablando de su contribución, su historia y sus estrategias. Peleando para construir redes de articulación, espacios de incidencia social y política, capacidad de interlocución y colaboración público-social. Diseñando estructuras y espacios para prestar servicios, generar atención y reivindicar derechos. Escribiendo tantas veces que nuestras organizaciones son una expresión de la “sociedad civil organizada”, asumiendo la riqueza de su heterogeneidad. Y todo esto es bueno, ha sido bueno. Y hay que seguir haciéndolo.

Pero no podemos mirar hacia otro lado… La experiencia de estos largos días de pandemia y confinamiento ha ayudado a recordarnos, por si se nos había olvidado, que hay otra “sociedad civil organizada”. Esa en la que la que las personas, libremente sin estructura ni organización formal, se han ofrecido e intercambiado cuidados y atenciones, en la que se han compartido alimentos y comidas, en la que se han preguntado sobre enfermedades y malestares. Sin poder abrazar, sin poder besar, sin poder estrechar manos, pero haciéndolo a través del gesto y la palabra. Una “sociedad civil organizada” llena de vecindarios y barrios que han sido capaces de generar una articulación de intenciones y de vínculos. Un potencial que quizá hemos contribuido a ocultar desde un exceso de pensamiento tecnócrata en el que la solidaridad y la autoorganización “de proximidad” han quedado encajonadas en esquemas rígidos y formalidades.

Compromiso, vínculo, emoción, espontaneidad, proximidad… Comunidad sin que medie la obligación de un contrato, de un acuerdo, de una ley o de una cartera de servicios. Una experiencia que ha de ser la “piedra de toque” para volver a mirar, y hacerlo de otra forma, a lo comunitario. Ojalá que la “nueva normalidad” vaya en la línea de recoger, reconocer y reconstruir una sensibilidad diferente hacia lo comunitario. Porque ahí es donde está lo mejor de nuestras vidas y aquellas contribuciones en las que realmente nos ponemos en juego como personas y como sociedad.

Y para construir esa “nueva normalidad” con la comunidad…

  • Animémonos a recoger las experiencias que se han vivido en nuestros barrios y vecindarios.
  • Acerquémonos a quienes las han protagonizado, bien porque las han impulsado o bien porque, participando en ellas, han visto que su vida ha sido algo más llevadera durante estos días.
  • Hablemos sobre ellas, preguntémonos sobre lo que nos han aportado al bienestar y sobre todo al sentimiento de vínculo, de vitalidad, de ser y sentirse parte de algo colectivo.
  • Dejemos de lado ordenadores, dispositivos electrónicos, cuadros de Excel, miradas tecnócratas… y permitamos que lo que hable sea la vida, y la vida compartida. ¡A ver qué dice! ¡A ver qué nos dice!

 

Fuente imagen: Pinterest

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LA TRANSFORMACIÓN DIGITAL HUMANISTA  

A mí me gusta pensar que situaciones excepcionales requieren respuestas originales; esta crisis sanitaria y económica nos va a exigir a las organizaciones sociales, más inventiva y más coherencia, y en este sentido no debería ser percibido como un sobreesfuerzo, sino como un reorganizarse, como el que resetea un ordenador pero vuelve a instalar el mismo sistema operativo: borra lo que no sirve, la basura, y deja lo que vale, nuestro código fuente; dejamos el ALMA INTACTA, dejamos nuestros valores, nuestro propósito.

Seguro que no se te escapa que están aflorando con fuerza las problemáticas que comporta la delicada situación del sistema sanitario, sino que también han emergido otras realidades que, si bien estaban ya presentes, han aparecido ahora en el centro del escenario.

Desigualdades entre la población de profesionales que pueden seguir con normalidad ejerciendo sus actividades, dificultades en la conciliación del trabajo con el cuidado de menores y personas dependientes. Pero hay un ámbito del que no se ha hablado mucho y que me gustaría hacerlo: las desigualdades digitales.

Fruto de una transformación, en la que en estos últimos meses no hemos tenido más remedio que embarcarnos, unos con mayor éxito y otros con menos, pero que esta crisis ha hecho aflorar. Y que sin duda vienen para quedarse, para crecer junto a nosotros, ayudándonos a acercarnos a nuestros entornos, tanto personales como laborales.

Es un hecho que las organizaciones sociales podemos y debemos disponer de tecnología a nuestro alcance, ésta ya no es un valor diferencial, una diferencia competitiva, es simplemente el coste inexcusable de la entrada y permanencia en un ecosistema cada vez más tecnificado, nuestro reto es no perder nuestros valores en esta transformación, y bien podría llamarse la Digitalización Humanista.

Por tanto, no se trataría sólo de implementar herramientas o tecnologías puntuales, sino de cambiar las propias organizaciones, transformarlas para adaptarlas a este nuevo contexto, por eso hablamos de Transformación Digital (humanista).

Bob Johansen nos habla de cómo las organizaciones y sus líderes deben ser conscientes de lo que les toca:

  • «Abordar la volatilidad de entorno con una correcta visión de futuro. 
  • Afrontar la incertidumbre con conocimiento, formación, actualización constante, en definitiva, con entendimiento. 
  • Aportar claridad, simplicidad y sencillez en la ejecución de tareas y acciones dentro del seno de la organización y por último 
  • Acabar con la ambigüedad con agilidad, con una rápida capacidad de reacción ante los imprevistos que sucedan y que atenten contra la planificación estratégica de la organización”.

Sin duda esta transformación digital emerge como una de las herramientas imprescindible para gestionar este entorno del que nos habla Bob Johansen. Siguiendo con el desarrollo de nuestra idea podemos clasificar esta brecha en 3 niveles

  • Brecha digital de acceso: que hace referencia a disponer de acceso a la red y a dispositivos y aplicaciones.
  • Brecha digital de uso: que hace referencia a las habilidades y competencias.
  • Brecha digital de aprovechamiento: que hace referencia a que no sólo se deben saber utilizar las TIC sino que también se deben desarrollar competencias que posibiliten un uso provechoso.

Por tanto, la transformación digital puede y debe convertirse en un factor catalizador y potenciador:

  •       que modifique la manera de operar de nuestras organizaciones,
  •       que creen valor a partir de los activos infrautilizados,
  •       que acorte la distancia entre las personas de la organización, compartiendo el conocimiento desde cualquier lugar del planeta,
  •       que nos hagan más eficientes,
  •       que mejore nuestra calidad de vida y de las personas que nos rodean,
  •       que nos ayuden en los procesos de toma de decisiones,
  •       que nos “recuerden” dónde estamos y hacia dónde vamos,
  •       que nos ayuden a ser más preventivos que reactivos,
  •       en definitiva, que nos ayuden a CRECER.

El RETO presente para el sector social es tener la capacidad de poner el foco en la TRANSFORMACIÓN DIGITAL, eso sí, SIN PERDER EL ALMA.

Ya para finalizar, me gustaría que te tomaras unos minutos para pensar en:

  • ¿Cuál es tu brecha?
  • ¿Qué puedes hacer para reducirla?

 

*Imagen proveniente de https://www.pinterest.es/pilarperez_86/brecha-digital-y-tecnofobia/

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LOS CUIDADOS DEL FUTURO: El futuro de la civilización

Hallazgos paleontológicos están demostrando, sin duda alguna, que las comunidades humanas, desde sus orígenes, se han hecho cargo y han cuidado de sus mayores y de quienes estaban enfermos o tenían discapacidades.

Jeremy Rifkin, autor de La civilización empática, sostiene que la fuerza determinante de la supervivencia humana y de la cohesión social se ha sustentado siempre en la empatía y en la solidaridad. Los seres humanos han cuidado siempre de los seres humanos. Pero, por cómo está escrita la historia, parece que no y que es irrefutable que el “hombre es lobo para el hombre”. Y es que la historia se ha escrito siempre con luchas, guerras, conflictos, poder y sangre, pero no con la invisible y poderosa red de apoyos, cuidados, compasión y afectos que sustenta la vida. Probablemente porque la historia la han escrito los hombres y son las mujeres las que, secularmente, se han dedicado a cuidar.

Aunque la tendencia solidaria siempre será una pulsión humana poderosa, esa ley universal empieza a quebrarse cuando, por la estructuración de las familias, de los sistemas de producción, del tiempo de trabajo, de los espacios habitacionales, se ha necesitado mercantilizar y “profesionalizar”, o mejor dicho “mal pagar”, acciones tan intrínsecamente humanas como los cuidados de quienes los necesitan; cuando se pone precio y se hace negocio con su venta. Algunas empresas, y no menores, han encontrado un nicho de negocio en la venta de cuidados y ha creado fábricas –algunas de producción masiva- donde se trabaja en cadena con poco personal, orillando el trato digno, ético y personalizado. Sin olvidar la prestación de apoyos en domicilio con profesionales no siempre preparados para realizarlos con respeto a la autonomía de las personas.

La cuestión es que ahora la humanidad, por sus adelantos y quizás también por sus patologías, está evolucionando hacia sociedades en las que va creciendo de manera persistente una mayoría de personas que necesita ser cuidada. Y, precisamente, la pandemia del COVID ha puesto en evidencia enormes contradicciones en nuestro sistema de cuidados actual. Han aflorado situaciones ocultas de enormes carencias y riesgos para las personas que cuestionan la deriva que toma nuestra civilización.

Vamos avanzando hacia la sociedad de los cuidados y tenemos que generar visión de cómo tiene que ser. Es necesario tejer un sistema en el que las familias, la vecindad, la comunidad y servicios sociales de calidad, conjuguen el cuidado informal y el profesional para garantizar vidas dignas de ser vividas. Dependerá el tipo de sociedad de cuidados que construyamos el que determinará si nos dirijamos a una distopía o a una comunidad humana empática basada en la dignidad y en los derechos.

El caso es que las organizaciones del Tercer Sector de Acción Social dedicamos gran parte de nuestra tarea a la prestación de cuidados a las personas o a la promoción de procesos para que las personas sean bien cuidadas. Cabe hacerse algunas preguntas al respecto sobre el papel de éstas después de lo que estamos aprendiendo con la crisis del COVID:

¿Hemos reflexionado sobre cómo queremos cuidar en nuestra organización?

¿Hemos desarrollado una visión acerca de cómo deben ser los cuidados que queremos promover y a quién queremos involucrar en los mismos?

¿Hemos planificado acciones para generar un ambiente que involucre a los vecinos de la comunidad, del barrio en apoyos y relaciones significativas con las personas?

¿Hemos pensado en cómo desmontar el paradigma patriarcal de los cuidados e involucrar a los hombres en los mismos?

¿Cómo vamos a conjugar valores que deben estar equilibrados en el cuidado, como la salud, la libertad y la dignidad de las personas?

¿Cuál es nuestro papel en la coordinación de activos comunitarios y servicios sanitarios y sociales para garantizar los cuidados que las personas necesitan?

¿Si cuidamos en residencias o en viviendas, lo hacemos de manera personalizada garantizando el empoderamiento de las personas?

¿Quién cuida al cuidador?

Parece que el asunto de los cuidados requiere de una profunda reflexión.

Fuente imagen: Pinterest

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